El 26 de junio de 2000 es una fecha estelar en la historia de la biología y de la humanidad. Ese día se completó la descripción del genoma humano, que es algo así como el libro de instrucciones que guía el desarrollo humano desde la fase de óvulo fecundado hasta la vida adulta.
Con ello terminó una etapa fundamental de la vertiginosa carrera iniciada en la segunda mitad del siglo XX con el descubrimiento de Francis Crick y James Watson de la ya popular estructura en doble hélice del ADN, que forma los genes en todas y cada una de las células de un ser vivo.
Del descubrimiento de Crick y Watson nació la ingeniería genética y su derivación, la biotecnología; con ellas, bacterias modificadas fueron convertidas en fábricas de medicamentos y otras sustancias de interés, y se lograron las micro-manipulaciones de los procesos reproductivos que culminaron en los niños probeta y las ovejas clonadas. Mientras tanto la genética avanzó paso a paso, gen a gen. A medida que se descubría un nuevo gen se le hallaban aplicaciones. Faltaba completar el plano genético general, el genoma de cada ser vivo, fuente esencial para la investigación medica, biotecnológica y evolutiva.
Esta vez el inquietante "¿para qué sirve?" con que la gente del común y la sociedad en general suelen acosar al mundo científico, tiene una larguísima respuesta.
La lectura del genoma humano abre una nueva era en la lucha contra las enfermedades porque abre caminos a la aplicación de novísimas terapias, prácticas preventivas, diagnósticos, medicamentos y estrategias de trasplantes de órganos.
Por otra parte, la genómica permite abordar cuestiones fundamentales sobre la evolución de las especies, la cual es reflejada por variaciones en sus genomas. A partir de la comparación de las secuencias conocidas de la especie humana, de una mosca, de un gusano, de la levadura y de muchas bacterias, será posible desentrañar los grandes principios de la evolución de la vida sobre la Tierra.
El genoma humano, junto con las instrucciones para transformar un óvulo fecundado en un ser humano completo, contiene un registro de la historia evolutiva de nuestra especie. La historia de los acontecimientos evolutivos claves que han permitido la aparición de los animales, de los vertebrados, de los mamíferos, de los primates y de los humanos, debe estar, de algún modo, escrita en nuestro ADN.
Su lectura está ahora a nuestro alcance.
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