23/11/07

La Naturaleza, Magnífica Chapucera



Una orquídea, la Epipactus de las marismas utiliza su pétalo más grande, llamado labelo, a modo de trampa. El labelo configura una suerte de pista de aterrizaje. Un insecto que se posa sobre la pista la hace descender, se abre así el acceso a la suculenta copa de néctar. El insecto penetra hasta la copa y el pétalo regresa a su posición original, cerrando la salida y atrapándolo dentro de la copa de néctar. El insecto retrocede a lo largo de la única salida posible: un sendero que lo obliga a rozarse contra la masa de polen. La notable máquina natural cumple su función.
Charles Darwin nos muestra con otros ejemplos cómo el mismo labelo evoluciona en otras variedades de orquídeas para formar una serie de ingeniosos mecanismos que garantizan la fecundación cruzada. Pueden formar plegamientos, contener acanaladuras o formar túneles. Los diversos colores y aromas también tienen el mismo fin.
Darwin, en su libro titulado “Sobre los diversos mecanismos por los que las orquídeas británicas y extranjeras son fertilizadas por insectos”, parte de una importante premisa: “la auto fertilización continuada es una mala estrategia para la supervivencia a largo plazo, ya que la descendencia lleva los genes de un solo pariente, y las poblaciones no mantienen la suficiente variación para disponer de una flexibilidad evolutiva frente al cambio ambiental. Así pues, las plantas con flores que tienen tanto órganos sexuales femeninos como masculinos, desarrollan habitualmente una asombrosa variedad de artilugios para atraer a los insectos, asegurarse de que el adherente polen se pegue a sus visitantes y garantizar que éste entre en contacto con los órganos sexuales femeninos de la siguiente orquídea que sea visitada por el insecto”.
Las orquídeas elaboran sus intrincados dispositivos evolucionando a partir de los componentes comunes de las flores vulgares, partes que cumplen generalmente otras funciones. Las hermosas orquídeas no son obra de una ingeniería ideal; son ajustes provisionales hechos a partir de un juego limitado de piezas disponibles.
La evolución no lleva necesariamente a soluciones óptimas. En palabras de Darwin: “toda una prodigalidad de recursos para llegar a un mismo fin, a saber, la fecundación de una flor por el polen de otra planta”.
La naturaleza es, en palabras del biólogo François Jacob, “una magnífica chapucera, no un divino artífice”.

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