23/11/07

La Paradoja De Los Gemelos


Imaginemos que nacen dos gemelos, Vilma y Sergio. Inmediatamente Vilma es embarcada en una nave espacial que se aleja de la Tierra al 60% de la velocidad de la luz. Transcurridos 10 años en la Tierra, Vilma emprende el regreso que dura diez años más, y llega a tiempo para asistir a la celebración de los veinte años de Sergio. Los asistentes a la celebración constatan con asombro que ¡Vilma tiene tan sólo 16 años!
¿Ciencia ficción? ¿Trampas del lenguaje? ¿Fantasía de los físicos?
No, relatividad pura y dura.
Esta es la famosa paradoja de los gemelos. En realidad lo único paradójico es que a más de un siglo de haber sido creada la relatividad, exista quien crea que se trata de una paradoja.
No la hay. Es una predicción matemáticamente precisa y bien formulada de la teoría de la relatividad que el ritmo de un reloj en movimiento disminuye comparado con el de otro reloj idéntico que esté en reposo. Así, cuando un reloj realiza un viaje de ida y vuelta, el número de tic-tacs es menor que el del reloj estacionario; es decir, que ha envejecido menos.
Es un efecto real, consecuencia ineludible de que la velocidad de la luz es una constante universal que tiene el mismo valor independientemente del estado de movimiento del que la mida.
Tan real es el efecto que fue medido y corroborado experimentalmente. En 1971, Hafele y Keating colocaron relojes atómicos de cesio de gran precisión, en aviones comerciales que le dieron la vuelta al planeta, mientras que otro reloj idéntico permaneció en Washington. Al reunirlos detectaron que el reloj que viajó señalaba 275 nanosegundos menos que el quedó en tierra, en perfecto acuerdo con la predicción de la relatividad.
¿Por qué este comportamiento del tiempo nos luce tan extraño que pareciera violar nuestra intuición?
Porque las velocidades a las que estamos acostumbrados son pequeñísimas comparadas con la velocidad de la luz, y por eso los efectos de la dilación del tiempo son imperceptibles. Una persona viajando 80 años en un avión será apenas una milésima de segundo más joven que si se quedara en Tierra.
Lo asombroso de la ciencia es que es capaz de adentrarse en zonas muy alejadas de nuestra experiencia cotidiana y entender lo que allí ocurre; así el precio que debemos pagar, es sacrificar nuestra pobre y provinciana intuición.

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