4/11/07

Etienne Gaspar Robertson: Un Científico Fantasmagórico


El famoso cementerio Père Lachaise, en Paris, más que un camposanto parece un museo. Allí reposan los restos de innumerables famosos. Científicos como Pascal, artistas como Isadora Duncan, Honoré de Balzac, Miguel Ángel Asturias, Edith Piaf, Marcel Proust y Jim Morrison comparten en él su última morada.

Una tumba llama la atención de los visitantes: es un monumento de cuatro metros de altura donde resaltan dos extraños bajos relieves. Uno muestra un niño, que apoyado en una baranda, observa delante un público aglomerado, un globo aerostático que se eleva en el cielo. El otro, aún más curioso, representa dos grupos de personas que parecen enfrentados: el grupo de los muertos y el grupo de los vivos, que se separan dando paso a un esqueleto alado que toca una trompeta.

Bajo este curioso mausoleo yacen los restos de Etiènne Gaspar Robertson, un prominente pintor, dibujante, físico-aeronáutico, mecánico, óptico y un mago fantasmagórico, que nació en Bélgica, en 1763.

Robertson utilizaba sus conocimientos científicos y artísticos para aterrorizar al público con representaciones fantasmagóricas valiéndose de efectos visuales y sonoros.

Proyectaba sobre enormes pantallas figuras de diablos pintadas en placas de vidrio. Las velas se apagaban, el viento se agitaba, parecía caer lluvia y granizo, el cielo se iluminaba con rayos y se escuchaban truenos, mientras los fantasmas corrían y se elevaban por los aires.

En el Paris que aún no ha dado a luz a los Hermanos Lumière Robertson inventa un proyector móvil de objetivo auto-ajustable que llama “fantascopio”. Con este instrumento proyecta momias y esqueletos, pero también a Dantón levantándose de un sarcófago, o a Marat en una bañera, y al rey Luís XVI recuperando su cabeza.

Pero Robertson no devela sus secretos hasta que un tribunal lo obliga después de perder un proceso legal. Tiene que explicar el funcionamiento del fantascopio delante de un público instruido y pierde su monopolio en el espectáculo.

Robertson también promueve y realiza experimentos de magnetismo y electricidad en alturas de hasta siete mil metros, elevándose en globos.

Aunque Robertson no es un científico académico, colabora con ellos, es amigo y asistente de Alejandro Volta (el inventor de la pila eléctrica) y sus experiencias en alturas son retomadas por científicos como Biot y Gay- Lussac.

Este singular científico y hombre de espectáculos murió en Paris en 1837. Una inscripción en su tumba reza “Física, fantasmagoría y aerostática”, sin duda unas pocas palabras que resumen su curiosa vida.

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